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Varices
Cuándo las venas superficiales de las piernas se dilatan, alargan y tuercen impidiendo que las diminutas válvulas unidireccionales del interior de los vasos capilares funcionen bien, se forman las molestas y nada estéticas várices.
En las venas varicosas se produce un estancamiento de la sangre, que provoca gran dificultad en el retorno de la sangre hacia el corazón, lo que ocasiona molestias como hinchazón, pesadez, quemazón y dolor en las piernas.
Las várices constituyen la alteración venosa más común y se calcula afecta más o menos al 20% de la población de adultos y al 50% de la población mayor de 60 años y tienen mayor incidencia en las mujeres que en los hombres.
Si bien existen múltiples factores implicados en su desarrollo, los principales son:
La herencia.
Tener las paredes de las venas débiles, por alteraciones anatómicas.
El embarazo, ya que los cambios hormonales favorecen el alargamiento del tejido conjuntivo. Por otro lado el aumento de peso también influye, sobre todo en mujeres que han tenido varios embarazos. Es estos casos, las várices suelen desaparecer a los pocos meses del parto.
El sobre peso y la obesidad.
El exceso de esfuerzo al defecar.
El aumento de la presión del sistema venoso, ocasionado generalmente por permanecer mucho tiempo de pie y tener problemas de retención de líquidos, lo que conduce a la dilatación venosa progresiva y a la incapacidad de las válvulas venosas que impiden el retroceso de la sangre al flujo sanguíneo interno.
Las partes más afectadas por las várices son las pantorrillas, en donde se manifiestan en forma de redes de aspecto azulado y protuberante. También se pueden desarrollar várices en la zona anal y en el esófago, que pueden llegar a ocasionar un sangrado intenso muy peligroso.
En general, las várices constituyen más un problema estético que un riesgo para la salud, sin embargo, en algunas personas, llegan a producir dolor y úlceras y en ocasiones pueden aumentar el riesgo de desarrollar flebitis, que es la inflamación de las venas.
Para prevenirlas, es conveniente:
Comer frutas, verduras y cereales diariamente.
Controlar el peso corporal.
Utilizar medias elásticas que estimulan el flujo sanguíneo, sobre todo si por las actividades a realizar se mantienen largas horas de pie.
Realizar ejercicio diariamente como: caminar, nadar y andar en bicicleta.
Descansar con las piernas elevadas para que queden más altas que el corazón, ya que en esta posición la gravedad aumenta el flujo sanguíneo.
Evitar los baños calientes en tina, cojines térmicos y el sauna y sustituirlos por compresas de agua fría o de hielo, en caso de detectar cualquier síntoma que pudiera sugerir várices.